Y el plantón cambió de sede
Por Marcela Turati
marcela.turati@nuevoexcelsior.com.mx
Todo estaba listo para que esta crónica chorreara de sangre. Eso hacía prever un hombre que alrededor del Zócalo, arriba de una camioneta de la que colgaban cabezas de cerdos que aún se desangraban, vociferaba: "Así va a quedar Fox al rato".
Así, lo indicaba el comando de cinco mujeres vestidas de militares con boinas con camuflaje; una joven con máscara antigas; los 35 autobuses listos para salir; el muchacho vestido de libanés y el encapuchado; una anciana que pedía quemar vivo al Presidente; las personas que cargaban margaritas blancas para introducirlas en los cañones enemigos.
"Vamos a ir a la Cámara, nos vamos a defender a fregadazos, somos 55 gentes de la tierra de Francisco Villa", informó Rodrigo Maldonado, chofer de un autobús llegado de Durango.
Héctor Méndez, conocido como Chino, era uno de los mejor preparados. Al despertar, el enemigo de "la ultraderecha" se calzó las botas cafés que usa cuando va por el mundo rescatando personas atrapadas; se puso chamarra para adelantarse a la lluvia y comió poco siguiendo su filosofía de "uno no debe venirse comidote por si viene la represión".
Los reporteros —los más crédulos de la tragedia anunciada por periodistas veteranos en su papel de profetas— eran, sin duda, los más preparados. Varios guardaban máscaras antigases en la mochila, alguno había comprado una Coca para reponerse del ardor en la piel, la mayoría llevaba zapatos para corretizas, otro cargaba vinagre y un pañuelo para desbloquear vías nasales.
La avanzada de cifras que por micrófono daba el jefe de Gobierno electo, Marcelo Ebrard, sobre lo que los esperaría en San Lázaro —la valla metálica "más grande y larga que se haya montado en ningún país", 800 guardias presidenciales, miles de militares y uniformados, mortales tanquetas—, preludiaba otro escenario que después confirmaría el jefe de la resistencia.
"No vamos a ir. Aquí nos quedamos. Que se queden con sus tanquetas y sus soldados", instruyó Andrés Manuel López Obrador, antes de ponerlo a la votación en la que "ganó" su postura.
"Lo que dice ese cuate lo apoyamos, son estrategias muy bien razonadas, no vamos a provocar un baño de sangre porque me cae que sí nos ejecutan", diría después Chino. "Por qué pecar de ingenuos, no íbamos a repetir el 68", diría el chofer que antes estaba dispuesto a llegar a los fregadazos. "Siempre dijimos que éramos pacíficos", reía una de las disfrazadas de militar.
Nuevo guión
La anunciada batalla se realizaría en otra pista a varios kilómetros: San Lázaro. En este cambio de guión los actores de la masacre anunciada pasaron a ser espectadores. Desde el Zócalo escucharon —vía teléfono descompuesto por falta de televisión— que el plantón había cambiado de sede; ahora era en la tribuna de la Cámara y lo protagonizaban los legisladores perredistas.
"¡Se acaba de retirar Vicente Fox!", escucharon por el micrófono, y el emocionado anuncio de la actriz Jesusa Rodríguez arrancó gritos, lágrimas, abrazos, brincos, "se acaba de retirar", le siguió un prolongado viva México, "en este momento Fox se retira por la puerta trasera de la historia", y la gente festejaba lo que consideraba un triunfo. Uno por ahí se quitó la camisa, una señora lloró gritando "Presidente".
"Doy gracias a Dios porque ganó López Obrador, ya se corrigió la injusticia ¡Ya fue electo Presidente", explicaba su felicidad la llorosa mujer bajo el aguacero.
Desde el templete, la Rodríguez decía en son de burla que la resistencia no se desgasta inútilmente: "Aquí estamos, felices de la vida, allá los diputados y senadores tomaron la tribuna por nosotros". El vocero perredista, Gerardo Fernández Noroña, feliz, aprovechó para enviar un mensaje al Presidente: "Usted dice si viene el 15 de septiembre".
marcela.turati@nuevoexcelsior.com.mx
Todo estaba listo para que esta crónica chorreara de sangre. Eso hacía prever un hombre que alrededor del Zócalo, arriba de una camioneta de la que colgaban cabezas de cerdos que aún se desangraban, vociferaba: "Así va a quedar Fox al rato".
Así, lo indicaba el comando de cinco mujeres vestidas de militares con boinas con camuflaje; una joven con máscara antigas; los 35 autobuses listos para salir; el muchacho vestido de libanés y el encapuchado; una anciana que pedía quemar vivo al Presidente; las personas que cargaban margaritas blancas para introducirlas en los cañones enemigos.
"Vamos a ir a la Cámara, nos vamos a defender a fregadazos, somos 55 gentes de la tierra de Francisco Villa", informó Rodrigo Maldonado, chofer de un autobús llegado de Durango.
Héctor Méndez, conocido como Chino, era uno de los mejor preparados. Al despertar, el enemigo de "la ultraderecha" se calzó las botas cafés que usa cuando va por el mundo rescatando personas atrapadas; se puso chamarra para adelantarse a la lluvia y comió poco siguiendo su filosofía de "uno no debe venirse comidote por si viene la represión".
Los reporteros —los más crédulos de la tragedia anunciada por periodistas veteranos en su papel de profetas— eran, sin duda, los más preparados. Varios guardaban máscaras antigases en la mochila, alguno había comprado una Coca para reponerse del ardor en la piel, la mayoría llevaba zapatos para corretizas, otro cargaba vinagre y un pañuelo para desbloquear vías nasales.
La avanzada de cifras que por micrófono daba el jefe de Gobierno electo, Marcelo Ebrard, sobre lo que los esperaría en San Lázaro —la valla metálica "más grande y larga que se haya montado en ningún país", 800 guardias presidenciales, miles de militares y uniformados, mortales tanquetas—, preludiaba otro escenario que después confirmaría el jefe de la resistencia.
"No vamos a ir. Aquí nos quedamos. Que se queden con sus tanquetas y sus soldados", instruyó Andrés Manuel López Obrador, antes de ponerlo a la votación en la que "ganó" su postura.
"Lo que dice ese cuate lo apoyamos, son estrategias muy bien razonadas, no vamos a provocar un baño de sangre porque me cae que sí nos ejecutan", diría después Chino. "Por qué pecar de ingenuos, no íbamos a repetir el 68", diría el chofer que antes estaba dispuesto a llegar a los fregadazos. "Siempre dijimos que éramos pacíficos", reía una de las disfrazadas de militar.
Nuevo guión
La anunciada batalla se realizaría en otra pista a varios kilómetros: San Lázaro. En este cambio de guión los actores de la masacre anunciada pasaron a ser espectadores. Desde el Zócalo escucharon —vía teléfono descompuesto por falta de televisión— que el plantón había cambiado de sede; ahora era en la tribuna de la Cámara y lo protagonizaban los legisladores perredistas.
"¡Se acaba de retirar Vicente Fox!", escucharon por el micrófono, y el emocionado anuncio de la actriz Jesusa Rodríguez arrancó gritos, lágrimas, abrazos, brincos, "se acaba de retirar", le siguió un prolongado viva México, "en este momento Fox se retira por la puerta trasera de la historia", y la gente festejaba lo que consideraba un triunfo. Uno por ahí se quitó la camisa, una señora lloró gritando "Presidente".
"Doy gracias a Dios porque ganó López Obrador, ya se corrigió la injusticia ¡Ya fue electo Presidente", explicaba su felicidad la llorosa mujer bajo el aguacero.
Desde el templete, la Rodríguez decía en son de burla que la resistencia no se desgasta inútilmente: "Aquí estamos, felices de la vida, allá los diputados y senadores tomaron la tribuna por nosotros". El vocero perredista, Gerardo Fernández Noroña, feliz, aprovechó para enviar un mensaje al Presidente: "Usted dice si viene el 15 de septiembre".
1 Comments:
Vaya.... parece que ya están igual de locos como su líder el Pejelagarto.
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